En el sexto capítulo, «Detente, no sigas…», la protagonista enfrenta una situación confusa cuando Victor le pide que suba al carro mientras sigue hablando por teléfono. Ella lucha internamente con la señal que pidió a Dios, interpretando el gesto ambiguo de Victor como una señal positiva. La confusión aumenta cuando recibe un inesperado mensaje de David y Victor la tranquiliza con gestos y palabras afectuosas, llevándola a concluir que la relación está destinada a continuar.
Victor termina su llamada y se disculpa encantadoramente, lo que lleva a la protagonista a aceptar su propuesta de noviazgo con entusiasmo. Aunque se siente completamente enamorada y apasionada, compara su nueva relación con un «merengue rosa», algo que parece dulce y satisfactorio pero que se desvanece rápidamente, dejando solo el placer momentáneo.
A medida que los días pasan, la protagonista se sumerge en su relación con Victor, disfrutando de los momentos románticos y apasionados. Sin embargo, empieza a descuidar su asistencia a la iglesia y a las reuniones de la célula, priorizando su tiempo con Victor sobre sus compromisos religiosos.
Finalmente, su líder Carmen la confronta en casa, preocupada por su ausencia en las actividades de la iglesia. Carmen quiere saber si su relación fue realmente aprobada por Dios. La protagonista, aún inmersa en su enamoramiento y con una interpretación sesgada de los eventos, asegura que siente que Dios aprobó su relación con Victor. Carmen acepta su respuesta, aunque expresa su esperanza de que la relación no la aleje de su fe y que puedan enfrentar juntos las pruebas que vendrán.